lunes, 19 de julio de 2010

Allí estaban ambos.

La pretendida princesa y el infante, sobre la espalda del caballero el torso desnudo de ella, recostados en inmensas toallas. Una playa concurrida quedaba vacía, el sol les pasó su favor los días anteriores, bellos y bronceados, protagonistas del mejor cuadro de amantes de los que quedaran por pintar.
De lo que vino después hablaremos más tarde; sigamos viendo aquella escena animada.
Él le cantaba canciones de marcado contenido romántico y sentía recorrerle un torrente de amor desde lo más profundo de su alma cada vez que el rizo moreno de su amada, aún húmedo, le tocaba la cara.
Cambiaban de postura sin dejar jamás de tocarse, no había reserva alguna en el contacto, siendo el sitio público se sentían solos, con más grupos de bañistas de última hora. Se frotaban las manos y los brazos, conectaban y desconectaban el acople de sus extremidades inferiores.
La mano en la espalda del hombre y en un vaivén ella le miró fijo mientras él pensaba en lo afortunado de su existencia, era plenamente consciente de que estaba haciendo exactamente lo que quería hacer, estaba en el lugar exacto con la compañía femenina precisa. La vida aquel día no pudo hacerle mejor regalo, no se lo ha vuelto a hacer. Tal vez sea una crueldad, tal vez sea el mejor recuerdo a revisar, tal vez el cielo no está tan lejos de las manos de los hombres.
Al mirarle le dijo serena, firme, hasta solemne; "Tu y yo algún día vamos a ser papás"
En ese instante a la velocidad de dos trenes japoneses sendos pensamientos pasaron por su cabeza; "No podría ser más feliz que siendo el padre de un hijo suyo" "Me había prevenido que este retiro de ambos no pasaría a mayores"
Quedaban pocos días para que juntos partieran de vuelta a sus diferentes vidas, hacia sus distintos intereses, aficiones, gustos y pasiones.
Se conocieron en el peor momento para la chica, sentía necesidad de huir y le encontró. Ni tuvo remota idea de que él bebía los vientos por ella, y lastimosamente, y como le pasa siempre, prendado desde el primer contacto. ¡Maldita diana de las flechas de Cupido! Todas le dan a él y le amargan, le ponen la vida patas arriba y me cuenta, que cuando hace balance, sólo ve un perdedor abandonado a su suerte.
Si bien él no era transeúnte de una vida fácil, no tuvo reparo alguno en colocarla, meses anteriores, en la primera ocupación de su vida.
¡Qué cierto es que estando enamorado se hace lo que haga falta! ¡Qué trágico que en ocasiones no se detecte! ¡Qué duro es el engaño! ¡Qué nefastas consecuencias resultan al jugar con los sentimientos de los demás! Y tristemente no es consuelo alguno saber que no serán recordadas las acciones épicas de amor cuando por la otra parte no es tal o cínicamente no se sabe si lo es.
Con aquella que jugó con su corazón, la que se desenamoró en cuestión de mes y medio, estaba sentado en un reencuentro. El aire marino empezaba a cambiar la sensación térmica hacia un confortable frío. Ella le seguía mirando pero agachó la cabeza ante la respuesta del pobre diablo.
- ¿Por qué me dices eso?
- Porque lo sé, tengo ese pulso.
El recuerdo de las primeras noches juntos martilleaba la cabeza del infante. Durmieron más de diez semanas pegados el uno al otro con el breve prólogo de un beso. Un beso en una cocina, arrebatado. Caminó directo hacia ella tomándola fuerte de la cintura y el ósculo fue de tan bella ingeniería biológica que ella sintió desvanecerse.
Y tan verdad como que la volvió loca fue la existencia del lado amargo de la chica, del lado estruendoso propio de una vida miserable. El lado insultante de quien no podría disfrutar de éxtasis alguno dejándose en manos de la vida.
Quien se deshacía por ella era el objeto de insistentes ataques que acabaron por derribarle, no por la propia falta de fortaleza del hombre, más por la cabeza de quien no está preparada para dejarse llevar por las sensaciones puras que normalmente aíslan por capaces al resto de esparcirmientos de la vida.
Se siguieron besando; Él recupero fantasmas en su cabeza y pensaba que poco más que aquel regalo de compañía, ayuda y preocupación por el mejor  bienestar de ella podría conseguir. No la conquistaría.
- No le es suficiente -pensaba- El domingo nos marcharemos y hasta más ver y me dice que seremos papás. Sería capaz de hacerte el bebe ahora mismo y curtirme las espaldas para asistiros a ambos, pero me viene el olor a sal, me viene de nuevo a la mente tu falta de amor. Ahora estás  preciosa y sé que me quieres aunque no me lo dices. Me quieres y me vas a dejar, Me quieres pero quieres más la vida que no dejarás atrás. Esa vida donde no hay besos de los míos porque tantos que se dicen hombres no controlan la profundidad a la que introducen su lengua. Yo te beso así porque te quiero, y te hago el amor como no te lo habían hecho antes y sin embargo te marcharás. No lo entiendo. Sé que el lunes va a ser un día duro, más el martes, peor el miércoles. Sólo me queda, amor mío, convencerme de que esto no es una historia de amor, mejor hablar de otra cosa. Nos quedaremos un rato más y te seguiré tocando mientras pienso en que jamás debimos llegar aquí, me quedaré junto a ti y, aunque cuando subamos posiblemente no lleguemos al cuarto con ropa, actuaré como quien a situación desde fuera parece ser y apasionadamente te cuidaré e intentaré verte feliz hasta el domingo.Para qué te voy a engañar, me duele, me da miedo, tiemblo sólo pensar que no volveremos a protagonizar espectáculo tan romántico como este y puede incluso que, si lo repitiera con alguien distinta a ti, no me guste. En lugar de mirar su belleza la compararé con la que tú haces reflejar en mis pupilas y albergaré algo de tristeza y nostalgia.
Por un momento, tumbado sobre la arena miraba la braguita verde del bañador de ella y recordaba las primeras noches en aquella cama: ¿Cómo hemos podido llegar a esto dos infelices que si separábamos los cuerpos a media noche, en pleno paraíso de los sueños, volvíamos veloces a darnos abrazos y besos durante unos minutos, yo no la soltaba, ella me buscaba en la cama a oscuras.¿Cómo es posible?
¿Por qué me haces esto? ¿Por qué?

Tal vez amigos, él se dejo engañar y se destrozó después, tal vez ella no tenía con quien jugar. Tal vez ella sigue llorando por él, tal vez él haya aprendido la lección. Tal vez tengan un hijo juntos. Para el amor del que pretendo hablar posiblemente equivoqué a los protagonistas.

3 comentarios:

  1. Fran, conforme voy leyendo y saboreando tus relatos me parecen más fantásticos. ME ENCANTAN!!

    Un beso enorme!!

    ResponderEliminar
  2. Francisco,enhorabuena
    aún estoy sorprendida,no sabia, o mejor dicho desconocía esa faceta interna tuya,
    un abrazo.

    ResponderEliminar