Invitado por Laura y su marido, amigo personal, disfrutaba del primer amanecer en el cuarto de invitados. Aguardaba la hora del desayuno mientras fumaba un pitillo en el balcón. Tras la última calada, acudiendo al baño con su neceser en la mano, le llamó la atención la extraña presencia de un sobre asomando de un libro. Ocre, alargado, pretendiendo ser visto con medio cuerpo fuera de la obra que le guarecía. Cayendo al suelo a razón de milímetro a la semana.
Afeitado e intrigado volvió directa e indiscretamente a por él, le invadía la curiosidad. Los libros estaban colocados de cualquier manera en aquel estante; pastas hacia afuera, soportados en alguna altura por objetos de considerable densidad y escaso volumen, comprimidos en otros casos entre las paredes del mueble. Caótica estampa que acrecentaba el misterio. Pudiera ser que tal disposición invitará de igual modo a descubrir uno a uno los títulos que allí parecía llevaban demasiado tiempo olvidados y abandonados a su suerte. Sumó esa inquietud a la original.
La puerta estaba cerrada con llave, nadie sabría de su indiscreción. Tomó el sobre, dentro, un papel firmado.
Bien presentado, impecablemente escrito y firmado por su amigo. Del vistazo preliminar - en el que sin leer ni atender a nada exclusivamente nuestro cerebro otorga un sentido, un significado a las borrosas formas que le llegan - concluyó que lo que tenía entre sus manos era un documento serio, preparado con esmero. Un contrato. Si bien ahora estaba guardado con cierta ligereza en su día, se ratificó en el pensamiento más tarde, debió ser sumamente importante.
Redactado por el firmante, de quién el curioso protagonista era huésped, comenzaba diciendo;
Vísceras – pensó el invitado que podría haber elegido otra palabra para comenzar- y Pensamientos, en cuerpo y alma, reunidos de una parte la única herramienta de la que dispongo en esta vida y lo que a duras penas la gobierna, acuerdan solemnemente que bajo ningún concepto, nunca más, mientras sigan ocupando un lugar en el mundo, dejarán de mostrar los sentimientos a las mujeres que consigan enamorarles. De aquí en adelante se mostrarán rendidos y a merced ante tales damas sin tener el mínimo reparo en decir claramente cuáles son los sentimientos hacia ellas.
Dará libertad la mente al cuerpo para el rubor, el leve temblor y el nerviosismo. Asimismo tendrá el cuerpo la consistencia suficiente para aguantar los envites, procurando hacer soportables las taquicardias y los nudos en el estómago llegado el momento. Dará la mente al cuerpo el suplemento energético para abordar cuanto la amada demande, igual que éste se mostrará con tal fortaleza que jamás la primera dudará de su inestimable ayuda. Confiarán el uno en el otro imperturbablemente.
Hizo un alto en la lectura mientras formaba en su mente la idea del compromiso interior de su amigo. Entre las miles de confidencias que le había hecho nunca le dijo nada acerca de un tema similar. Ni una sola palabra sobre el cambio de actitud ante las mujeres que pudieran tocarle el corazón. Recordaba, sin embargo, un cambio de comportamiento en él los meses antes de comenzar su idilio con Laura. A la firma del contrato que tenía ante sí, entendía, su amigo jamás dejaría pasar por su camino sin detener a ninguna mujer que le hechizara. Se destruyó entonces la pretendida coraza que parecía mostrar fruto de los fracasos anteriores y que también quiere salvaguardar al caballero de futuribles derrotas. Quedó guardado bajo siete llaves su orgullo masculino. El miedo al qué dirán le resultaría ya irrisorio sabedor de la nobleza de sus actos y la sinceridad de sus palabras.
Ni tiras ni aflojas más allá de un escueto límite de aquí en adelante. Una cosa sería el juego del amor, del enamoramiento, de las miradas que se clavan y las cortesías, otra esperar por los motivos que fueran con el considerable riesgo de pérdida.
Llegado el momento se plantaría, y supone que así hizo con su mujer, ante el dulce tormento de sus sueños y levantaría las cartas. Mejor o peor calculada situación, éxito o fracaso y tranquilidad en el espíritu.
Pensaba, mientras tenía el documento por terminar, que había elegido el mejor de los caminos, se había colocado en una posición imposible de atacar, estúpidamente criticable. Una opción de vida verdadera. Laura podría haberle rechazado, puede que antes de ella lo hiciera otra, puede que se acabe su matrimonio, podría ser, pudiera ser, será entonces, sería entonces. Tiene, siempre desde entonces tuvo, este contrato.
¿Y qué motivos le habrían llevado a tal redacción? ¿Un antiguo amor que no consiguió? ¿Un exceso de celo cerrojo de la exposición de sentimientos y su consecuente pérdida? ¿Querría, tal vez sea eso, regalar a la mujer elegida un gesto para recordar por siempre? ¡Qué maravilloso regalo!
El uso del plural en el papel le dejaría bien claro, en las sucesivas lecturas, que los amores vienen y se van, a veces son enamoramientos transitorios que luego se desprecian con cierta desilusión tras el juicio a la otra persona y la conclusión de la no conveniencia. No identificar el papel con ningún nombre, fuera Laura, fuera otra, fuera ninguna, quien por entonces ocupara su corazón y le mantuviera inquieto, le recordaría por siempre que en este precioso mundo nuestro hay multitud de personas capaces, por sus virtudes y las que les otorgamos subjetivamente, de hacernos desvanecer de amor. En ese momento se obligó a echarse hacia adelante, seguro que fue meticulosamente meditada cada palabra escrita, tan cierto como que lo cumplió.Continuó leyendo.
Aceptando las partes representadas por el abajo firmante lo escrito anteriormente y comprometidas inequívocamente en cumplir el compromiso sin objeción alguna se da validez por siempre a este Contrato con todas las implicaciones y obligaciones que razonablemente se puedan deducir del mismo.
Terminaba la carta señalando lugar, con fecha y firma, la primera letra de la misma era de tamaño considerablemente mayor al resto.
Se cuidó de dejar el sobre exactamente en la posición desde la que lo tomó. Un brillo especial irradiaba desde sus ojos mientras imaginaba el momento en que su amigo le enseñó a Laura su definitiva declaración de intenciones en el amor.
Consideró que era una hora prudente para bajar a poner fin al ayuno nocturno, el matrimonio le recibió con efusivos buenos días. Él les miró participe de su secreto, ellos se preguntaban si habría leído ya El Contrato.
Madrid, 10 de octubre de 2010
FANTÁSTICO FRAN!!, no dejo de decirte que en cada relato me sorprendes y me sorprendes más!
ResponderEliminarLeyéndolo ha venido a mi mente una cita que comparto:
"Tener sexo, muchas veces se reduce a tener un contrato de mutuo beneficio entre dos cuerpos con una dosis de sentimiento, con la cláusula de cero compromisos."
Luis Gabriel Carrillo Navas
(No se si tiene mucho que ver... pero la he recordado y la comparto contigo)
Gracias por avisarme. Un fuerte abrazo!!